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Hace unos años, el Ayuntamiento de Estepa quiso rendir un homenaje a la mujer "mantecaera", en la persona de una señora mayor que había trabajado toda su vida en la elaboración del mantecado y de otros exquisitos productos característicos de la Navidad, que dan renombre nacional y mundialmente a Estepa.
Para tal ocasión se mandó hacer un pequeño pero entrañable conjunto escultórico, obra de un artista estepeño, en cuya composición se reflejan tallados los bustos de dos generaciones de mantecaderas que representa a una mujer joven y otra mayor, que con sus pañuelos en la cabeza, están liando unos mantecados.
La inofensiva escultura se ubicó sobre un pedestal o muro en un tramo muy concurrido de la principal arteria urbana de Estepa; la Avenida de Andalucía.
Y ahí ha estado y está el monumento desde que se colocó; pero agredidas las figuras por unos irresponsables, salvajes incívicos y sinvergüenzas, que sin el mayor pudor ni respeto a los bienes comunes de nuestra ciudad, han golpeado y mutilado las imágenes, destrozando algunas de las partes de sus rostros, concretamente, la nariz y la barbilla.
Actos de esta índole denotan desvergüenza y falta de civismo de aquéllos que las cometen, y no contribuyen precisamente a dar engrandecimiento, buen nombre y fama a nuestros nobles pueblos y ciudades andaluzas, donde el común de sus habitantes son gentes buenas y respetuosas que cuidan de su entorno paisajístico, natural, histórico y monumental, porque... ¿a quién perjudica un busto? ¿qué se quiere conseguir destrozando, haciendo daño a lo que tenemos? ¿por qué descargar nuestro salvajismo, odio, o lo que sea, contra algo inanimado que embellece y ningún perjuicio hace a nadie?
Posiblemente, quienes cometen estas irresponsables y cobardes acciones delictivas escudándose en la oscuridad y el anonimato, deben padecer fobias a las narices y las barbillas; deben tener una personalidad muy compleja e insegura que les lleva a ejercer tan reprobables acciones del más puro vandalismo, para -posiblemente-, con ello, hallar o conseguir un engrandecimiento en su ego, que les haga sentirse muy "hombres y machotes", cuando lo que en realidad demuestran, es, ser carentes de sentido común, más pequeños como personas, inseguros, cobardes que atacan a algo que no puede defenderse, y muy miserables como ciudadanos.
Caiga sobre estos salvajes todo el peso de la ley... si se les pilla, -claro-, cometiendo tan viril faena digna de los hombres más hombres.
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