EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

miércoles, 27 de mayo de 2009

EL VIEJO HOSPITAL

DE ESTEPA
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Para ser Estepa una villa pequeña, en la antigüedad tuvo dos hospitales; el de La Asunción -el más importante-, que en la actualidad está junto a la iglesia del mismo nombre, y el hospital de pasajes, o del Corpus, conocido popularmente en su tiempo como “el Cotarro”, que fue fundado por la cofradía del Corpus, y del que haré algún comentario al final.
Según el Padre Alejandro Barco, tras sus estudiosas investigaciones deduce que tanto la iglesia de La Asunción como el hospital, fueron construidos con posterioridad a la conquista de Estepa por el Santo rey Fernando III el día quince de agosto de 1240, aunque no ocupaban el mismo lugar donde hoy -anexos uno al otro-, se hallan sendos nuevos edificios en el centro de la ciudad.
Ya en la época en que la villa de Estepa pertenecía, o estaba bajo la defensa y protección de la Orden Militar de Santiago, en el capítulo octavo del libro de las Constituciones, en los autos proveídos por el prior de San Marcos de León, don García Ramírez, y por don Diego Enríquez de Guzmán, arcediano de Ronda, se dice sobre el hospital de la villa de Estepa: “E por cuanto los bienes que primeramente hubo para la dotación de esta cofradía e iglesia de Nuestra Señora de la Asunción procedieron de gracia y limosna para ella hecha por el Rey Nuestro Señor, y otros que se cedieron por la villa, que tiene por patrona a Nuestra Señora desde que fue conquistada por los cristianos […] Ordenamos y estatuimos que la iglesia hecha por la cofradía y casa para el hospital de pobres enfermos, que por sola nuestra devoción por ahora queda señalada, y otra cualquiera casa de piedad que en su lugar o por nuevo acuerdo se ejecutare…”
Leyenda y escudo real labrado en piedra, colocado en el frontispicio, sobre la puerta de acceso al actual Asilo-residencia de ancianos, que siglos atrás fuera: "REAL HOSPITAL DE POBRES ENFERMOS DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN"
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Esto indica, que un tiempo después de la conquista, se constituyó la cofradía de la Asunción, y se tomó el acuerdo para señalar casa hospital para los pobres enfermos como fundación piadosa que desde aquellos tiempos, ha ido siempre unida a la mencionada iglesia de la Asunción. Por lo tanto, se debe pensar que tanto la primitiva ermita de la Asunción como el hospital, debieron haberse construido en la antigua villa, dentro de la fortaleza amurallada.
Una vez que vivir dentro del castillo amurallado ya no tenía razón de ser, por la ausencia de las guerras y ataques enemigos que hicieron necesario el refugio de las personas y los bienes en lugar seguro intramuros, vino la decadencia de la villa en la cima del cerro, y la población abandonó el estrechamiento del espacio fortificado, y comenzó su expansión en la ladera norte del Cerro de San Cristóbal, construyéndose nuevas calles, espacios, edificios civiles y nuevas iglesias hacia abajo de la misma, hasta el día de hoy, en que la pequeña ciudad se va configurando, creciendo y expandiéndose, hasta tener la hermosa fisonomía que presenta.
En esta expansión de la población, en el siglo XVII, tras la renovada devoción y el fervor a la patrona de la villa, Nuestra Señora de la Asunción, en el año 1616, y gracias a las donaciones de la gente y especialmente de doña Catalina Bailén, liberta de los marqueses; del marqués de Armuña y de doña María Zamudio, se erige una nueva ermita, y el edificio del hospital, en la calle Mesones del nuevo núcleo urbano fuera del castillo.

Fachada del viejo hospital, hoy Asilo-residencia, y a continuación, iglesia de la Asunción.

El edificio del hospital de “Nuestra Señora de la Asunción” disponía de buen local para la asistencia de pobres enfermos que eran atendidos merced a los bienes propios de la cofradía que lo fundó, al patrimonio de dicho hospital compuesto por las donaciones de las personas antes mencionadas, al producto de la deuda contra el Estado en que han quedado convertidos aquellos bienes, a la asignación del Ayuntamiento, y a las limosnas particulares.
En una sala baja del hospital de la Asunción, se habilitó el llamado “Oratorio de la Escuela de Cristo”, que fuera fundada el 14 de junio de 1670 por iniciativa y petición de los señores don Luís de Villaseca, don Rodrigo de Melgar y otros numerosos vecinos, que solicitaron auto de fundación al vicario don Gerónimo de Rivera. Dicho oratorio continuó en la sala baja del hospital hasta el año 1811, en que se mudó a nuevo lugar junto a la iglesia, cediendo el anterior para enfermería de hombres.
A lo largo de los años de vida y funcionamiento de dicha institución benéfica, ha habido de todo: en el siglo XVIII entró en una gran decadencia, y luego, como ahora se verá, se usó para diversos fines.
Con motivo del paso de numerosas fuerzas militares por Estepa, se hizo que los enfermos tuvieran que dejar dicho centro hospitalario para ser convertido en cuartel donde alojar a la mencionada tropa. Estallada la Guerra de la Independencia, los invasores franceses, convirtieron el edificio en hospital militar. Más tarde, el local de las escuelas se convirtió en cárcel, y las aulas de aquella pasaron a instalarse en el edificio del hospital.

También existió otro centro benéfico llamado “Hospital de pasajes”, situado en la calle que decían de Gitanos. Se hallaba ubicado en una casa muy pobre y con pocos acomodos para su cometido, que era el de acoger a los pobres mendigos que pasaban por esta villa. Contaba esta casa u hospital con poco caudal para su sostenimiento, que luego se perdió, y se mantenía esencialmente, con fondos de la cofradía del Corpus, que estaba en la ermita del Santo Cristo de la Sangre, luego pasó a la iglesia del Carmen. En los años mil ochocientos ochenta y tantos, ya no existía casa, ni caudal para sustentarla.

Patio y claustro del edificio

El viejo hospital para pobres enfermos de Nuestra Señora de la Asunción, como veterano edificio que siempre acogió entre sus muros a los más desfavorecidos, no quiere resignarse a dejar de cumplir su encomiable labor benefactora, y desempeña en la actualidad la hermosa función social de Asilo-residencia para la acogida de personas mayores, que allí viven los últimos años de su vida, bien asistidas por el personal laboral, y las hermanas religiosas que regentan la casa.

viernes, 22 de mayo de 2009

Poema en audio: No te salves de Mario Benedetti por Mario Benedetti
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HAGAMOS UN TRATO

Murió Mario Benedetti a los 88 años. En Uruguay, su país de nacimiento y del que se mantuvo alejado un largo exilio que abarcó una década y muchas privaciones, que quiso mutilar sus alas para impedir el vuelo, pero no pudo con sus palabras, un nido azul que dio cobijo a muchos, por no decir a todos. “Vuelvo y pido perdón por la tardanza”, dijo al volver. Y nadie se atrevió a contestar porque ya la tinta estaba seca para escribir en el anonimato de los cobardes.
Porque su palabra fue antes que el verbo, la poesía, desnuda de formalismos y con ese lenguaje tan suyo para nombrar lo cotidiano en vertical. Con ese canto que se alzó en voz en el banco de una plaza, con el pasaje real que se apropió del rutinario trabajo de oficina y mostró, desde el ventiluz de su metáfora perfecta, dónde estaba el aire que marcaba la tarjeta cada día, dónde los pulmones para respirar la otra cara de la vida.
Benedetti murió. Quizás había muerto mucho antes y nadie se atrevió a preguntarle qué sintió cuando tuvo que delimitar fronteras en su propia casa y levantar muros a su libertad por querer decir lo que no pudo callar. Quizás porque nadie vio sus cejas enjutas o apenas se detuvo en su mirada que lo había salvado desde adentro, desde más allá del propio entendimiento. Cada muerte chiquita se la hicieron saber y su espada fue el poema. ¡Ah la maravilla de contar con él para resarcir el daño y envolver con las penas el olvido!
Nunca más el hombre pero para siempre el poeta. Vivo de un antiguo clamor que lo devolverá a los labios del amor, a los brazos de la lucha, al justo reconocimiento de tantos honores que rechazó para no restar fuerzas a un cordel que apuraba sus horas hacia el adiós definitivo.
Benedetti se fue y su muerte hizo renacer la palabra con ropaje de poesía. Se repitió la noticia con la sal del verso que lloró su pueblo y al decir pueblo digo su gente, sin necesidad de documentos para nombrar a la patria que se lleva en el pecho.
No se salve don Mario. No nos salve. Más bien hagamos un trato. El de volver a la magia en cualquier inventario, con señales de su voz y de su paso trasvasando el tiempo de los abrazos.
Usted sabe que puede contar con nosotros, no piense que es flojera ni piense que deliro. Aun no lo ha dicho todo mientras haya un alma, una sola que su verso reclame, contar con usted será tan lindo.
Moni Munilla
Corrientes
Argentina
Recuerdos de un tiempo pasado
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"Hoy, quiero relatarles algunas anécdotas y personajes de una parte de mi vida: la etapa del período escolar. En esa época, vivía en el pueblo donde nací: La Puebla de Cazalla. De ella, conservo más buenos que malos recuerdos"

Era costumbre entonces antes de entrar a la escuela, formar cada día en el patio del colegio, bien alineados como pequeños soldados que comenzaban su jornada educacional cantando el himno nacional y otras marchas y cánticos del régimen. Uno de los niños, era quien cada mañana desde el balcón central, mientras izaba la bandera hacía la introducción entonando las primeras notas de dicho himno patrio con un… ¡Viiiiiva Espaaaaaña! Y después, seguíamos todos a la vez cantando al mismo son… ¡alzad los brazos hijos del pueblo español, que empieza a resurgir…! Etc.etc.
Eran otros tiempos.
Después de cantar, en perfecto orden y sin perder la formación, una tras otra, las filas de alumnos iban entrando a los pasillos del colegio, desde los cuales cada uno se dirigía ya a su respectiva clase.

Grupo escolar "Santa Ana" donde estuve los primeros años.


Por esos años no era de muy buena calidad la enseñanza que se impartía; pero era la que había establecida, y a base de machacar en la Enciclopedia Álvarez de tercer grado, el catecismo, los dictados, las tablas de aritmética y otros libros de texto, aprendimos unos más y otros menos, lo que ahora sabemos; y hoy aquellos niños de entonces, podemos sentirnos muy orgullosos de no ser analfabetos.
Recuerdo que las clases que se impartían por las tardes, casi siempre se daban de forma más relajada, donde el maestro -al menos el mío-, don Eugenio Álvarez de Sotomayor, nos hacía escribir al dictado, hacer alguna redacción sobre un tema, o nos contaba anécdotas, hechos y relatos agradables de escuchar y que eran muy instructivos y del agrado del alumnado; y eso nos gustaba mucho más que machacar con los números.
El respeto que en esos años se le debía a la figura del maestro era a veces excesivo, según también de qué maestro se tratara, pues en ocasiones, ese acatamiento se volvía temor al tortazo, al castigo con la regla, o al coscorrón que por menos de un pito te soltaban. Y aunque aquello rayaba en ocasiones con la extrema severidad por el exceso de mando y de sometimiento hacia el maestro; muy al contrario, lo que ocurre hoy en las escuelas peca por defecto, al no poder el profesor ni siquiera algunas veces amonestar al alumno por su mal comportamiento, sin tener que vérselas después con los padres.
De no tener el colegial casi ningún tipo de derechos en aquellos años de la Dictadura, con férrea disciplina y miedo al educador, hemos pasado hoy al extremo opuesto, en el que el alumno goza quizás en exceso, de unas libertades y privilegios que en muchos casos redundan en detrimento de la labor de quienes le instruyen, y en grave perjuicio del propio estudiante.
Ni uno ni otro supuesto creo que sean los adecuados; pues nunca fueron buenas las situaciones de extremismos.
Si en esos años llegabas a tu casa quejándote y diciendo que el maestro te había dado un tortazo, algunos padres antes de sentirse agraviados, decían: “algo habrás hecho” y lejos de defenderte o consolarte, si te descuidabas, te podían dar otro. Ahora, la situación ha cambiado a la inversa, y del miedo al profesor, se ha pasado a la actitud irrespetuosa y a veces, hasta agresiva hacia quienes tienen encomendada la difícil labor de la educación de nuestros hijos.
De todos los que fueron mis maestros, hay algunos de ellos de los que conservo mejores recuerdos: don José Bonilla, un hombre afable de gran bondad y comprensión para con los niños; don Avelino Parrilla López, también buen hombre y gran maestro muy querido por mí, y yo por él, del cual aprendí muchas buenas cosas, y del que algunos niños injusta y cruelmente se burlaban; don Eugenio Álvarez de Sotomayor, don Fernando, don Julio y otros más cuyos nombres ahora no recuerdo bien, pero que marcaron en mí un camino e interés en, y por el aprendizaje, que me ha servido considerablemente para seguir después de ese período educacional, mostrando interés por la lectura, la cultura en general y el desarrollo de mi formación autodidacta.
Con el plan Marshall de ayuda estadounidense a la España pobre y en proceso de desarrollo, los americanos nos enviaban entre otras cosas, leche en polvo y queso enlatado que se repartía a los alumnos de los colegios españoles.
Así, en unas grandes calderas, unas mujeres hacían la leche mezclando el polvo con la parte de agua correspondiente, que luego nos era repartida durante el recreo de media mañana.
Los niños en fila, íbamos pasando con nuestro jarrillo en la mano; casi todos ellos hechos con un envase de hojalata de aquellos en los que se vendía la leche condensada, y al que un “latero” le había soldado un asa.
Casi todos llevábamos aparte y en un papelito que las madres nos preparaban, un poco de azúcar y canela con la que endulzar la leche fría. Después por la tarde, y antes del recreo, se repartía otro tentempié.
En este caso era queso lo que se distribuía, cortado por el maestro cuidadosamente en las clases, en porciones iguales que se daba a cada alumno, que ya llevaba de casa un trozo de pan para comer la merienda. Cuando no había reparto de queso y se merendaba al llegar a casa, los chiquillos solíamos comer un pedazo de pan con un hoyo en medio, lleno de aceite. Hoy, -mire usted las casualidades de la vida-, por considerarse más saludable ese tipo de alimentación, se aboga por darles a nuestros hijos aquellas meriendas que antes tomábamos porque no había otras cosas.
Y algunas veces, -no todas-, la merienda era de lujo si en casa te daban una “oncita” de chocolate con pan, que siempre venía escasa y se terminaba antes; por ser el trozo de pan más grande que el de chocolate.
Uno de mis profesores en esos años era un maestro que ya he nombrado antes. Su nombre era don Julio; al que queríamos por ser un hombre bueno con los chiquillos, y gran fumador que nos mandaba a los niños al Estanco para que le comprásemos cajetillas de un tabaco negro llamado “caldo de gallina”, cuyos cigarrillos venían a medio liar, y él los liaba con una hoja de un librito de papel Jeán. Después, se lo fumaba en la clase, muy despacito y parsimoniosamente. Al parecer, no había en los colegios de entonces zonas restringidas para maestros fumadores. ¡Hay que ver cuánto han cambiado las normas y el mundo!
Así era la España de los años cincuenta, y así los maestros; esforzados hombres dedicados a la enseñanza con mucha vocación y poco sueldo y estímulo, que desde sus casas al lado del Paseo, la mayoría de ellos acudían a diario a los centros escolares montados en su bicicleta. Hombres que en aquellos tiempos enseñaban lo que se les permitía.
Había que cantar obligatoriamente el himno nacional, el cara al sol, y otros más. Quiero recordar ahora, que los sábados del mes de mayo, antes de marcharnos a casa después de terminar las clases al mediodía, era también forzoso asistir al rezo del Rosario, formados en filas en el pasillo o claustro principal del colegio.
Era España por esos años un Estado confesional cuya religión oficial, evidentemente era la católica.
Así nos educamos -o nos educaron-, con escasez de casi todo: material, alimentos, derechos... privilegios.
Eran otros tiempos.

domingo, 17 de mayo de 2009

EN MEMORIA

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La vida de los muertos perdura
en la memoria de los vivos.
(Marco T Cicerón)

Fusiles de muerte que amordazan las palabras.
Alteración del régimen libre y democrático.
Sangre de hermanos y vecinos horrorizan
el verano de 1936. ¡Es la guerra!

Un recuerdo a todas esas personas y sus familias,
víctimas de esa barbarie simbolizada en este monolito.


OSUNA, Mayo de 2005
AYUNTAMIENTO DE OSUNA
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Eso dice la placa colocada en un monolito que en su día, el Ayuntamiento de la villa Ducal Ursaonense dedicó a las PERSONAS, que aún, siguen enterradas bajo la tierra del suelo de aquél cementerio; sin una simple y sencilla lápida que los identifique; sin la dignidad que todo ser humano debe tener como tal.
Gentes que fueron asesinadas, cuyos verdugos quisieron camuflar o amparar tales asesinatos bajo la “ilegal legitimidad” de juicios sumarísimos sin garantía alguna para los “procesados” a los que se les aplicó el llamado “bando de guerra” dictado por los militares sublevados.
Desde hace unos tres años -después de saber muchos datos que desconocía, y que han salido a la luz gracias al arduro y meritorio trabajo de investigación que por encargo de la JUNTA DE ANDALUCÍA ha llevado a cabo don José María García Márquez, y que ha dado como fruto el libro: "LA REPRESIÓN MILITAR EN LA PUEBLA DE CAZALLA"-, cada día como el de hoy, diecisiete de mayo, voy a ese cementerio de Osuna.
Hoy a mediodía también he estado.

Monolito erigido sobre el lugar que ocupan las siete fosas comunes y "el hoyo grande"


Allí, con mi sola presencia, intento rendir un humilde homenaje de recuerdo a los hombres que hay sepultados en las siete fosas comunes y en otra que llaman “hoyo grande”, donde sin identificar siquiera, reposan los restos de PERSONAS, como si de animales se tratara. Ciudadanos cuyos nombres –al menos-, quedaron inscritos en el libro de registro del cementerio de Osuna, de cuyos paraderos, nunca tuvieron noticia sus familiares. No se les comunicó qué fue de ellos, ni dónde estaban sus cuerpos. Nunca pudieron poner unas flores en sus tumbas ni rezarles una oración.
Tal día como hoy, diecisiete de mayo de 1937, hace setenta y dos años, trece hombres fueron fusilados por pensar de modo distinto a sus verdugos, y defender la legalidad gubernamental, aunque aquél Gobierno no fuera el mejor, pero era el legalmente elegido; y nada justifica el ensañamiento del que fueron objeto, el odio y la mucha maldad que con ellos ejercieron arrebatándoles la vida, dejando desamparados a muchos hijos y esposas.
Este grupo de trece hombres, fue procesado en juicio sumarísimo y condenado a muerte el día 30 de abril de 1937. Esperaron hasta el 17 de mayo (diecisiete días) aguardando el momento de su ejecución, ¿existe más y mayor crueldad con las personas?
Diecisiete días esperando la muerte, muriendo lentamente, recordando en la angustia y la soledad de la cárcel a sus hijos, esposas, padres, hermanos…
Hasta que llegó el momento. A las dos de la madrugada del día de hoy, de 1937, se les lee y notifica la sentencia de la pena de muerte, y dos horas después, a las cuatro, se ejecutaron las sentencias… y los hombres.

Nada, ningún ideal o pensamiento político, militar, religioso o de cualquier tipo, puede justificar tales CRÍMENES llevados a cabo en complicidad con el silencio mortal de la madrugada, todo muy bien organizado, hecho con nocturnidad, como queriendo ocultarse los ASESINATOS y a los asesinados como actos vergonzantes de los cuales no se debe sentir muy orgulloso ningún ser humano.

Los restos mortales de uno de aquellos trece hombres que aún están bajo la tierra del Patio tercero del cementerio de Osuna, en la fosa llamada “hoyo grande”, son los de mi abuelo Antonio Crujera Díaz.

Que descansen sus almas en la paz.

miércoles, 13 de mayo de 2009

FIESTAS DE LA OCTAVA
DE LOS REMEDIOS
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“Como cada año, dentro de unos días Estepa se dispone a celebrar la tradicional festividad de “La Octava de Los Remedios”
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Una fiesta en honor a La Virgen de los Remedios, cuyas celebraciones se enmarcan en el ámbito del barrio del mismo nombre, llamado popularmente en la ciudad como “El barrio Churretero”
Estas celebraciones vienen desde muy lejos en el tiempo, y la memoria popular recuerda algunas anécdotas que se cuentan sobre las visitas que a esta Virgen hacían los caballistas y bandoleros cuando regresaban a Estepa tras sus correrías por las campiñas y serranías de las tierras de Andalucía.
Se celebran en torno al fin de semana del tercer domingo de mayo.
En el aspecto religioso, se dedica a la Virgen de los Remedios unos cultos llamados “Octava” y este año, será el domingo día 17, cuando la imagen de la Virgen salga en procesión por la tarde, y a su regreso al templo sobre las doce de la noche, ante la iglesia, es tradicional que en el barrio se huela a la pólvora quemada en el magnífico castillo de fuegos artificiales.
El “lunes de Octava” está declarado como fiesta local, y a las doce de la mañana, con la iglesia abarrotada de público y fieles, tiene lugar la tradicional “subida de la Virgen a su camarín”.
La imagen, colocada en una andas, es trasladada a hombros por los estepeños y estepeñas que la llevan por la iglesia desde el altar hasta la salida del templo, paseándola una y otra vez acompañada por los gritos de ¡Bendita, Bendita la Virgen de los Remedios! que por una ancestral costumbre le dedican los fieles de su barrio. Gritos de ¡guapa! ¡bendita!, y vivas de sus devotas y devotos que se mezclan con los sones de los alegres pasodobles, sevillas y otras piezas musicales que la banda Amigos de la de música de Estepa, interpretan desde el coro de la iglesia.
Al cabo de un buen rato de paseos de la imagen desde dentro del templo hasta la calle, la imagen es colocada sobre una plataforma inclinada, e instalada desde delante del altar hasta el camarín. Una vez allí situada, entre aplausos, aclamaciones de fervor de sus devotos y cánticos, por medio de un torno o artilugio mecánico, dicha imagen comienza a subir lentamente elevándose por la pasarela hasta llegar a colocarse en el lugar que ocupa todo el año en su bellísimo Camarín, joya indiscutible del patrimonio estepeño, elaborado con gran exquisitez y preciosismo a base de pulidas y brillantes piedras y jaspes de colores, labradas por las manos de los artistas canteros estepeños, que siglos atrás, nos legaron esta filigrana tan magnífica, que merece ser conocida y visitada. En dicho Camarín presidiendo su templo, la imagen quedará ya hasta el año próximo.
Hace ya algunas décadas, el día martes de la Octava la calle Roya era cortada con una empalizada, y en ese tramo aislado, se soltaba una vaquilla que correteaba dicha calle revolcando a los jóvenes más valientes que se arriesgaban a darle unos pases, o simplemente corrían delante de ella. Pero ese festejo de la vaquilla, por causa de un accidente ocurrido hace bastante tiempo en el que resultó herida una persona, fue suspendido y ya no se ha vuelto a celebrar más; con el consiguiente disgusto de muchos esporádicos “maestros del toreo” que más que torear, eran revolcados y volteados por la becerrilla.
El real de la feria está instalado en los aledaños de la placita de los Remedios, el Llanete, la calle Roya y el paseo de dicha calle, donde hay casetas, buenas tapas y buenos vinos, cantes y bailes, y al final de la feria, los “cacharritos” puestos ambulantes y atracciones para los más pequeños y los jóvenes.

Este año, la Delegación de Cultura del Ilustrísimo Ayuntamiento, ha preparado una serie de actos a celebrarse en el edificio del Pósito en El Llanete, cuyo cartel aquí les presento.

A quienes nos visiten en estos días, desearles unas felices fiestas de “Octava de los Remedios 2009”.

sábado, 9 de mayo de 2009

¿UNA CÁTEDRA PARA JULIÁN MUÑOZ,
EL EX-ALCALDE DE MARBELLA?

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“Que la vida imita al arte es un topicazo. Que la Universidad imita a la televisión es, sobre todo, una novedad. Después de su última ponencia en «La Noria», Julián Muñoz repite actuación en el lugar donde se imparte (se supone) la educación superior. Existe la poesía confesional, el periodismo confesional y, por lo anunciado, también el choricismo confesional.
Es verdad que la Universidad de verano es a la Universidad de las demás estaciones lo que la SGAE a la Fundación Vicente Ferrer, pero aun así es noticia que Julián Muñoz, ex alcalde de Marbella y ex novio de la cantante Isabel Pantoja, vaya a ser ponente en unos cursos de la Universidad Rey Juan Carlos I (URJC). Al menos según consta en el programa de los X Cursos de Verano de la URJC, que se presentaron ayer y que tendrán lugar del 6 al 10 de julio en Aranjuez (Madrid)”
http://www.abc.es/20090507/gente-famosos-latidos/universidad-ficha-julian-munoz-200905070436.html

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La Opinión
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En la Sevilla del siglo XVI, se dice que había una casa donde tenían cabida toda suerte de ladronzuelos, astutos pillos, maleantes y raspados pícaros de toda especie y condición.
Allí en sus "aulas" mugrientas, a tales taimados amigos de lo ajeno, se les enseñaba desde muy jovencitos las "artes" más refinadas para con ligeros toques de dedos, aligerar y aliviarles el peso de los maravedíes y ducados a las bolsas de los naturales del lugar, así cómo de igual forma, la de los incautos viajeros que hasta esa hermosa ciudad a orillas del Guadalquivir, llegaban del Nuevo Mundo y de otras ignotas tierras, y pateaban sus calles. Después, "el jefe" de la banda, cobraba su comisión... y punto.
Ese lugar era conocido como "El corral de Monipodio", y así lo describe don Miguel de Cervantes en "Rinconete y Cortadillo", uno de los geniales relatos que se encuadra dentro de sus "Novelas Ejemplares".

Muchas fueron entonces las "faltriqueras desvalijadas", y de la misma manera, -se dice-, son numerosas también, las cajas consistoriales que ahora con diferentes métodos y guantes blancos, se revientan y desvalijan a golpes de talones al portador, maletines y bolsas de basuras, con cuyos fraudulentos contenidos se han pagado voluntades, comisiones por obras adjudicadas, permisos de obras ilegales, recalificaciones de terrenos no urbanizables, favores y otros menesteres y lindezas. Después sólo era cuestión de blanquear lo negro.
Pero la economía de algunas arcas municipales, las han dejado algunos, más secas que la mojama.
La surrealista escuela para pillos y maleantes, El Corral de Monipodio, que en los viejos tiempos hallabase en un corral de vecinos de Sevilla, hoy, ¿se pretende que se encuentre sutilmente ubicada en las Magnas Aulas de la Universidad? en la que en una de sus Cátedras, ¿será verdad que enseñará sus métodos y buenas artes el Cachuli Monipodio, ahora convertido en Doctor Honoris Causa?
¿Qué buenas artes y edificantes disciplinas podrá enseñar este maestro a los alumnos universitarios?
¿A hacer –tal vez-, “encajes de bolillo” con los euros que ahora no aparecen?
¿Es que -y lo digo sin ánimo de dañar su honor-, no había otra persona en toda España, de la que tomar modelo?


Que Dios nos pille confesaos.

jueves, 7 de mayo de 2009

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Fragmento de un capítulo de mi libro: "Del Guadalquivir al Paraná", en el que se cuenta la partida desde el Puerto de Sevilla a las tierras del Nuevo Mundo, de los Licenciados y Oidores de la Real Audiencia; el estepeño don Juan de Torres de Vera y Aragón, y el montillano don Egas Venegas, narrado por Cristóbal de Montesinos Navarrete, el criado de don Juan de Torres, cuarto y último Adelantado de los territorios del Río de la Plata, y fundador entre otras, de la ciudad de "San Juan de Vera de las Siete Corrientes", la actual Corrientes, en Argentina.
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SEVILLA, OTOÑO DE 1565
EL VIAJE AL PERÚ
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Todo estaba ya preparado.

Hacía mucho frío en esos primeros días de diciembre, y a veces llovía tanto, que el Guadalquivir amenazaba con grandes riadas que entraban e inundaban el centro de Sevilla y los arrabales cercanos, llevándose por delante las casas más humildes, y cuanto se ponía a su alcance, trayendo la desolación, epidemias, muerte, y más pobreza aún de la que ya tenían las desgraciadas gentes que todo lo perdía sufriendo aquellas furiosas venidas del gran río.
Aunque el ánimo permanecía presto y buena por ende la voluntad; la preocupación por tan larga travesía era también mucha, infundiéndonos a todos gran temor el acometimiento de tamaña empresa, por lo incierto de nuestro futuro en tierras desconocidas.
Y por fin llegó el tan deseado día.
Trasladamos al puerto nuestras cargas de equipajes y comidas, y los estibadores lo embarcaron todo en las bodegas de una gran nave atracada en el Arenal, entre la Torre del Oro y el puente de barcas.
Puerto de Sevilla en el siglo XVI
El puerto estaba ese día muy concurrido de gentes que allí acudían por diferentes motivos: unos a trabajar en la estiba, otros para embarcarse, y muchos de ellos para despedir a sus familiares y amigos, así como los que sólo iban para curiosear.
Después de bien cargada la carabela, y hechas las últimas comprobaciones de los pasajeros a bordo según el libro de asientos, el navío soltó las amarras que lo unían al muelle, y lentamente comenzó a abandonar el puerto sevillano.
El Guadalquivir brillaba reflejando en sus aguas el tímido sol de la tarde otoñal, pareciendo llorar unas lágrimas de despedida.
Los marineros comenzaron entonces a trabajar activamente para desatracar y terminar de despegar el costado de babor, del muro del embarcadero.
Era una hermosa nave como aquellas con las que yo siempre soñaba que un día me llevarían lejos. Lucía en el mástil del castillo de popa una gran bandera con las enseñas de los reinos de España, unidas en un hermoso escudo real, que no dejaba de ondear con el suave viento.
También estaba adornada con muchas banderolas y gallardetes de varios colores, que pendían luciendo en lo más alto del palo mayor y de los demás mástiles.
Desplegó todo su blanco velamen continuando la maniobra con leves movimiento, encarando su rumbo hacia la salida del puerto navegando dócilmente, Guadalquivir abajo.
A la derecha del río estaba Triana, y lentamente quedaba atrás Sevilla; y en ella, una gran multitud de gentes compuesta por familiares y conocidos de los embarcados, que agitaban con tristeza grandes pañuelos y sombreros, con sus manos alzadas al aire para despedirnos.

...Y la nave seguía lenta, surcando las aguas del río.

La silueta de las murallas y de las Torres del Oro y de la Plata, la Catedral, la Giralda y todos los demás campanarios y edificios, nos parecieron más bellos desde la lejanía, bañados como estaban, por la suave luz del tibio sol otoñal de los primeros días de Diciembre.
De la misma forma que al salir de Estepa, la tristeza nos embargó más si cabe, pues atrás dejábamos ahora las tierras de España sin saber ciertamente, si algún día volverían nuestros pies a hollarlas de nuevo.
La bellísima imagen de Sevilla quedaba gratamente impresa en la mente de todos nosotros, y en los corazones; el sentimiento de amor a la tierra.
Nos alejábamos de la ciudad mientras su contorno se empequeñecía cada vez más, a medida que el galeón surcaba los meandros río abajo, hasta desaparecer por completo de nuestra vista; borrosa ya por las lágrimas.

El paso por tanto, estaba dado, y había que afrontar lo que el Destino gustase reservar para nosotros a partir de ahora.
Así pues, a pesar de la tristeza, levantamos el ánimo bebiendo de una de las botas de pellejo que el Licenciado Venegas llevaba llenas del buen vino de su tierra, -y cantando algunas trovas de aquellas que mi señor muy bien acompañaba con los sones de su laúd-, brindamos por el futuro haciendo votos por el buen término del viaje.
Entre trago y trago embaulábamos buenos trozos de jamón, morcilla, chorizo y otras viandas de matanza, y la noche se nos hizo llegando a Sanlúcar de Barrameda, en el litoral atlántico, después de haber navegado algo más de las catorce leguas que río abajo la separan de Sevilla.
Con el espíritu un poco más feliz merced a las euforias regaladas por Baco, y los estómagos bien llenos, vínose a nosotros una gran modorra que nos hizo marchar a los camarotes de las bodegas para abandonarnos en los dulcísimos brazos de Morfeo.
Mientras tanto, el navío íbase adentrando en la tenebrosa oscuridad de la noche, inmerso ya en el gran Océano, con el rumbo que marcaban las estrellas puesto hacia las ignotas tierras del Nuevo Mundo.
Llegó así el amanecer de nuestro primer día de navegación, y el trajín acompañado del vocerío de la tripulación nos despertó muy temprano.
El vaivén de la nave al que no estábamos acostumbrados, hízonos sentir peor de lo que quisiéramos, agudizando más aún el malestar que padecíamos por los largos y generosos tragos del vino montillano que bebimos quizás en demasía, la noche anterior
El Atlántico en algunas ocasiones permanecía en calma, y en otras muchas, agitado, haciendo crujir las maderas, mástiles y cabos, balanceando monótonamente la nao, que subía y bajaba la proa sin dejar de navegar avanzando en las aguas.
Para mí todo aquello era nuevo; la pesadez y lentitud del viaje, con gran peso, muchos pasajeros y poco espacio, hacían que los días fueran interminables y que las primeras noches las pasara en penosa vigilia sobre la cubierta, mirando las estrellas en el cielo, e imaginando despierto la inmensidad de aquél Océano y lo que nos aguardaría tras sus oscuras aguas, al llegar a tierra firme.
Después de muchos días de navegación, por vez primera divisamos tierra.
Era la primera escala, y en ella, vinimos a recalar en las Canarias donde se aprovisionó la nave de comida fresca para prevenir la temida enfermedad del escorbuto que padecían aquellos que afrontaban largas travesías; por suerte la nuestra no lo era en demasía, pero siempre es bueno prevenir.
Por ello cargóse allí gran cantidad de pan, verduras y frutas naturales de aquellas islas, que enriquecerían nuestra dieta. Y sobre todo, muchos barriles de agua.
Aquel puerto insular sería el último en el que haríamos escala, acometiendo desde allí la segunda parte y más larga de nuestra navegación a las tierras del reino, en las Indias.
Dos días después de nuestra llegada al archipiélago de las Canarias, la nave zarpó haciéndose a la mar nuevamente, y comenzó su singladura por el gran Océano dejándose llevar empujada la popa por los favorables vientos alisios que soplan constantemente, ayudándonos sin duda, a llegar más prestos a nuestro destino.
La inestimable experiencia del capitán que la gobernaba, y de la tripulación, harían el resto.
Por ser harto cansado de contar, sobra relatar aquí todo lo sucedido durante la travesía, y no quiero caer en la monotonía de lo acontecido un largo día sobre otro, por lo que me limitaré a decir que pasados unos cien días aproximados de navegación que nos parecieron interminables, por fin y gracias a Nuestro Señor, después de muchas dificultades en el viaje divisamos con bien las tierras de Indias, cuando casi mediaba el mes de febrero del año 1566.

lunes, 4 de mayo de 2009

PRIMER
ANIVERSARIO
*
Un año ya;
¡Cómo pasa el tiempo!

Hace un año, en mayo de 2008, comenzó esta página su andadura por los intrincados, mágicos y desconocidos caminos del ciber espacio. Cuando lo hizo –con grandes dosis de ilusión, por cierto-, empezó dando sus primeros pasos tímidamente, casi sin experiencia en estos vericuetos “blogeros” para expertos internautas; pero con la firme decisión tomada de escribir artículos de opinión para otros que lean; publicar fotografías e informar de los más variados actos que se celebren en nuestra ciudad, y otros temas, para aquellos estepeños que viven fuera de nuestra tierra, y sienten su lejanía; dar a conocer otros contenidos para quienes desde ciudades españolas o de distintos países, tengan a bien querer saber de nuestras cosas, por sencillas que éstas sean; difundir nuestra historia y sus personajes para ser más y mejor conocidos por ustedes.
Para eso, y con ese fin, pretendí hacer este Blog.
Pero el compromiso adquirido con los lectores -casi la totalidad desconocidos-, que entran a visitar este espacio, es fuerte, y hace que uno se sienta ilusionado a la vez que comprometido y obligado hacia ustedes, tratando siempre de hacerlo lo mejor posible, actualizando el Blog con nuevos artículos, fotos y temas que puedan ser de su interés.
Cada día, las entradas de visitantes de los más insospechados lugares del Mundo, honran a este humilde Blog con nombre alegórico de vieja y romántica Alcazaba medieval, que se siente recompensado por tenerles a ustedes entre sus amigos.
Son muchos los lugares y pueblos de toda España, y las ciudades de países de casi todos los Continentes, que se reflejan en los contadores de entradas; pero detrás de cada uno de esos puntitos en el mapamundi, hay personas: ¡mil gracias a todos y cada uno de ustedes!
Sin sus visitas, este espacio no tendría razón de existir. Y sin su opinión, tampoco. Por ello, les animo a que dejen sus opiniones en el espacio que hay habilitado para hacer sus comentarios; ello, sin duda me ayudará a ir renovando el Blog y a dotarlo de mejores contenidos, sabiendo cuales son los artículos que más gustan a ustedes, los lectores; a la vez que a mí, me alentará para continuar escribiendo e informando. Muchas gracias.
Ya se cumple el primer aniversario de vida, y quien les escribe, les agradece enormemente la deferencia que conmigo tienen al visitar ésta página vuestra, y mía, y les agradezco de verdad sus visitas y el considerable respeto con el que siempre me han tratado.

Intentaré seguir aquí en contacto epistolar con ustedes, hasta que Dios quiera, hasta que el cuerpo aguante… y las musas de la inspiración no me abandonen.
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En Estepa, mes de mayo: primer aniversario de
“DESDE LA ALCAZABA”