EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

jueves, 4 de septiembre de 2008

ARTÍCULO ESCRITO TRAS LA VISITA DEL PAPA A ESPAÑA
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En julio de 2006, con motivo de la visita del Papa Benedicto XVI a España, escuché en la televisión unas declaraciones hechas por el español Joaquín Navarro Valls, Portavoz del Vaticano, en las que contestando a las preguntas de los periodistas sobre la ”notoria ausencia” de Rodríguez Zapatero en el último acto del Pontífice en la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, tan sólo venía a decir que si el Presidente Zapatero no asistía a la multitudinaria misa de despedida que daba el Papa, era por propio deseo, pues la celebración de la Eucaristía es un acto de fe, y no un evento al que el Santo Padre invite a nadie, aunque si bien es cierto -dijo-, en los diferentes viajes que llevó a cabo el anterior Papa Juan Pablo II, algunos mandatarios de diversos países –precisamente no tenidos por muy católicos, (los mandatarios)-, sí asistieron a esas celebraciones por cortesía diplomático-política, o por lo que fuera. Con esta reseña informativa, se refería Navarro Valls a Fidel Castro en Cuba, Daniel Ortega en Nicaragua, y creo recordar que también nombró a otro dirigente de un país comunista, de los que pertenecían a los anteriormente llamados del “telón de acero”.
Cuando oí tales declaraciones, enseguida pensé que estaban hechas con mucha valentía y arrojo, pero sobre todo, no con excesiva diplomacia por su parte, pues podía pagarlo y “costarle caro”, sabiéndose como sabemos, que en ningún momento ha habido por parte del Vaticano en los discursos del Pontífice, el más mínimo atisbo de “bronca política” al Gobierno español sobre los espinosos temas del divorcio, o la controvertida Ley que permite la celebración de los matrimonios homosexuales en España, que han sido el principal motivo de discusiones, desencuentros, roces, dimes y diretes entre el Gobierno español y la Santa Sede. El Papa ha estado, según mi criterio, exquisitamente “comedido” en sus declaraciones sobre dichos asuntos, y las relaciones Iglesia-Estado al más alto nivel, en esta visita han sido de lo más cordiales, y hasta hubo intercambios de regalos por ambas partes, según hemos visto en las audiencias concedidas por el Papa al señor Zapatero y a la vicepresidenta señora Fernández de la Vega. No faltaría más, que el jefe del Vaticano viniese a España a sermonear desde el púlpito o a enmendar la plana a quienes legítimamente y con todo el derecho –nos guste o no-, tienen en sus manos el poder dado por el pueblo para decidir, legislar y gobernar. No. No ha sido así. Ratzinger esta vez ha estado –nunca mejor dicho-, “divinamente” y a la altura que le correspondía y que era de esperar en un hombre de Estado como lo es él, tan acostumbrado a “lidiar” los más ásperos y difíciles asuntos, con la diplomacia, la sutileza y prudencia que siempre se han usado en el Estado más pequeño del orbe; y sin embargo, uno de los más influyentes y poderosos. Sí. Es cierto que han habido homilías en las que no han faltado velados –o tal vez, clarísimos mensajes elegante y suavemente enviados al Gobierno-, sobre la importancia fundamental que tiene el seno de la familia, o lo relativo a la unidad indisoluble del matrimonio entre el hombre y la mujer, como pieza fundamental o imprescindible para hacer posible la continuidad del Mundo y de la vida.
Ha habido mucha diplomacia en esta visita papal. Eso ha sido obvio. En este encuentro, los contrincantes de ambos lados del cuadrilátero de las ideas distintas, han sabido “tantearse muy bien” en el escenario político cuidándose de no herir sensibilidad alguna ni hacer pupita en la mejilla del contrario con tiras y afloja, ni declaraciones ofensivas con mensajes cruzados que pudieran empañar el encuentro, y sobre todo, las fotos. Por ello, parecían poco “prudentes” las palabras de Navarro Valls, el cual, hoy no muy sorprendido me entero por las noticias, que mire usted por dónde, “casualmente” ha sido cesado tajantemente de su cargo de Portavoz del Vaticano, por pronunciarse valientemente tal vez; pero quizás también, sin la aprobación de los peces gordos o señores que rigen los destinos de la Iglesia Católica, a los que no se les va ni una nota en eso de ser cuidadosos diplomáticos con el verbo parlado.
Después de veintidós años ejerciendo de portavoz, tras morir el anterior Papa, Navarro Valls puso su cargo a disposición del nuevo Pontífice, y miren qué casualidad, que tras más de un año, ahora se produce su fulminante relevo por pronunciar las que yo había presumido que serían palabras comprometedoras y explosivas, que podían venir a traer mala discordia en unas relaciones Iglesia-Estado, en las que nunca ha habido buena concordia en estos últimos años por la disparidad de criterios morales entre ambos, con relación a tan peliagudos asuntos. Lo que me lleva a pensar, que decir la verdad a veces no es conveniente…o como se dice ahora; “no es políticamente correcto” la diga quien la diga desde cualquier estamento; ya sea desde el seno de un partido político cualquiera, o bajo el amparo de la portavocía de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Estepa, miércoles 12 de julio de 2006.

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