LA FRÍVOLA CONDUCTA DE ALGUNOS HUMANOS
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Algunas veces desespera, irrita y causa cierta impotencia ver algunas noticias.
Y anoche fue una de esas veces.
Estaba viendo un telediario y casi “se me escapó” lo que decían en esos momentos, y cuando puse atención, oí que se referían a la celebración en la pasarela de no sé dónde, “¡de un desfile de moda canina!”. ¿Tan aburrida está la gente?
Pero lo que más me molestó respecto a esto, fue que a uno de esos perritos-modelos -el pobre animal no es culpable de las excentricidades de su amo o ama-, de largo pelo lacio exquisitamente peinado lacado y perfumado, le había confeccionado una especie de chaquetita hecha con todo lujo de detalles, adornada con ricos bordados y cubierta de cientos de piedras de cristales semipreciosos de no sé qué clase. Lo cierto es que lo que a mí me soliviantó fue el precio de la dichosa chaquetita canina: 3.000 €, o lo que es lo mismo; al cambio en la anterior monedas de nuestro país, ¡medio millón de pesetas! ¡Vamos, pa mear y no echar gota!
No se puede tener menos vergüenza. Ni ser menos solidario en los tiempos que corren, cuando hay tanta crisis y muchas familias que casi no llegan a final de mes con el sueldo que ganan, y hay jóvenes que tienen muy difícil la adquisición de una vivienda para formar una familia; y la cesta de la compra cada día se trae a casa más vacía, con el mismo dinero que antes se llenaba.
Cada cual puede hacer con su riqueza lo que le dé la gana, -es muy dueño de ello-, pero para estos excesos y excentricidades, debería haber establecido un control por parte de los gobiernos, y a quienes así derrochan, recaudarles un fuerte impuesto por inutilidad; ya que se tributa por todo, y se acabará cobrándonos hasta por respirar el aire que anda libre.
Si fuera posible y a mí me lo permitieran, a estas personas -que las hay-, que llevan a sus mascotas a comer caros menús especialmente hechos para sus perros, que las visten con esas prendas tan caras, o las llevan a psicólogos caninos y peluquerías especializadas para cortarles el pelo, peinarlas y adornarlas con los más caros complementos de la actualidad para luego, orgullosos sus dueños del resultado conseguido, exhibir a sus animalitos en las pasarelas de las modas más estúpidas e inútiles; yo las llevaría a la India para que pudieran ver a esas miles y miles de familias que alimentan a sus hijos con apenas un euro diario. Yo llevaría a esta gente frívola e insensible que tanto se preocupa de vestir a su perrito a la última moda, a uno de esos países del África negra o a los desiertos del Sahara, donde los niños andan descalzos, sin apenas ropa que les cubra el cuerpo, y comiendo lo que buenamente les da la tierra, y sus pobres vacas o cabras. Yo les llevaría a ciertos países de la América hispana donde para vergüenza de los países ricos, aún hoy se permite que haya gente que no tiene escuelas, ni buenos servicios médicos, medicinas u hospitales; ni agua potable para beber o buena comida que les quite el hambre. Yo les llevaría a lugares donde los niños no pueden ni siquiera lavarse ni peinarse y tienen piojos en el pelo, legañas pegadas en los ojos y mocos en la nariz. Les llevaría a ciertos países del Este o de Oriente, donde hay niños que malviven en orfanatos, amarrados a sus sillitas, abandonados, mal cuidados, enfermos muchos de ellos, sin nadie que les peine o les vista ni le arrope por las noches, ni les dé el calor humano que necesitan, y lo que es peor: sin nadie que los adopte, como estos frívolos a sus mascotas. Les llevaría a China, donde se abandona a esos seres indefensos que sólo han “cometido el delito” de nacer niñas, y que son tiradas a los vertederos o a los contenedores de basuras nada más ver la luz del mundo, por ser consideradas seres inferiores, o porque sus familias ya tienen más de dos hijos. Les enseñaría la miseria, el abandono, los niños esclavizados que trabajan muchas horas sólo por ganar algo para poder comer y subsistir.
Y anoche fue una de esas veces.
Estaba viendo un telediario y casi “se me escapó” lo que decían en esos momentos, y cuando puse atención, oí que se referían a la celebración en la pasarela de no sé dónde, “¡de un desfile de moda canina!”. ¿Tan aburrida está la gente?
Pero lo que más me molestó respecto a esto, fue que a uno de esos perritos-modelos -el pobre animal no es culpable de las excentricidades de su amo o ama-, de largo pelo lacio exquisitamente peinado lacado y perfumado, le había confeccionado una especie de chaquetita hecha con todo lujo de detalles, adornada con ricos bordados y cubierta de cientos de piedras de cristales semipreciosos de no sé qué clase. Lo cierto es que lo que a mí me soliviantó fue el precio de la dichosa chaquetita canina: 3.000 €, o lo que es lo mismo; al cambio en la anterior monedas de nuestro país, ¡medio millón de pesetas! ¡Vamos, pa mear y no echar gota!
No se puede tener menos vergüenza. Ni ser menos solidario en los tiempos que corren, cuando hay tanta crisis y muchas familias que casi no llegan a final de mes con el sueldo que ganan, y hay jóvenes que tienen muy difícil la adquisición de una vivienda para formar una familia; y la cesta de la compra cada día se trae a casa más vacía, con el mismo dinero que antes se llenaba.
Cada cual puede hacer con su riqueza lo que le dé la gana, -es muy dueño de ello-, pero para estos excesos y excentricidades, debería haber establecido un control por parte de los gobiernos, y a quienes así derrochan, recaudarles un fuerte impuesto por inutilidad; ya que se tributa por todo, y se acabará cobrándonos hasta por respirar el aire que anda libre.
Si fuera posible y a mí me lo permitieran, a estas personas -que las hay-, que llevan a sus mascotas a comer caros menús especialmente hechos para sus perros, que las visten con esas prendas tan caras, o las llevan a psicólogos caninos y peluquerías especializadas para cortarles el pelo, peinarlas y adornarlas con los más caros complementos de la actualidad para luego, orgullosos sus dueños del resultado conseguido, exhibir a sus animalitos en las pasarelas de las modas más estúpidas e inútiles; yo las llevaría a la India para que pudieran ver a esas miles y miles de familias que alimentan a sus hijos con apenas un euro diario. Yo llevaría a esta gente frívola e insensible que tanto se preocupa de vestir a su perrito a la última moda, a uno de esos países del África negra o a los desiertos del Sahara, donde los niños andan descalzos, sin apenas ropa que les cubra el cuerpo, y comiendo lo que buenamente les da la tierra, y sus pobres vacas o cabras. Yo les llevaría a ciertos países de la América hispana donde para vergüenza de los países ricos, aún hoy se permite que haya gente que no tiene escuelas, ni buenos servicios médicos, medicinas u hospitales; ni agua potable para beber o buena comida que les quite el hambre. Yo les llevaría a lugares donde los niños no pueden ni siquiera lavarse ni peinarse y tienen piojos en el pelo, legañas pegadas en los ojos y mocos en la nariz. Les llevaría a ciertos países del Este o de Oriente, donde hay niños que malviven en orfanatos, amarrados a sus sillitas, abandonados, mal cuidados, enfermos muchos de ellos, sin nadie que les peine o les vista ni le arrope por las noches, ni les dé el calor humano que necesitan, y lo que es peor: sin nadie que los adopte, como estos frívolos a sus mascotas. Les llevaría a China, donde se abandona a esos seres indefensos que sólo han “cometido el delito” de nacer niñas, y que son tiradas a los vertederos o a los contenedores de basuras nada más ver la luz del mundo, por ser consideradas seres inferiores, o porque sus familias ya tienen más de dos hijos. Les enseñaría la miseria, el abandono, los niños esclavizados que trabajan muchas horas sólo por ganar algo para poder comer y subsistir.
Les enseñaría…
¡No les enseñaría nada! Porque quienes cometen la estupidez de adornar así, peinar y vestir con caras ropas a un perrito, sabiendo que desgraciadamente aún hay repartidos por la Tierra muchos seres HUMANOS que carecen de lo más elemental; esas personas no tienen la sensibilidad necesaria, ni la caridad humana que hay que tener para comprender que mucha de esa gente podría calmar su hambre y vestir su cuerpo con los tres mil euros que ellos se gastan, o mejor dicho; malgastan, en una asquerosa e inútil chaquetita para adornar a su peludo perro, que tal vez, o casi seguro, duerma en su cestita al calor de un hogar, mientras hay niños que pasan frío y duermen en el suelo.
A veces, me asquea y avergüenza ciertas conductas de los que nos llamamos humanos y racionales.
¡No les enseñaría nada! Porque quienes cometen la estupidez de adornar así, peinar y vestir con caras ropas a un perrito, sabiendo que desgraciadamente aún hay repartidos por la Tierra muchos seres HUMANOS que carecen de lo más elemental; esas personas no tienen la sensibilidad necesaria, ni la caridad humana que hay que tener para comprender que mucha de esa gente podría calmar su hambre y vestir su cuerpo con los tres mil euros que ellos se gastan, o mejor dicho; malgastan, en una asquerosa e inútil chaquetita para adornar a su peludo perro, que tal vez, o casi seguro, duerma en su cestita al calor de un hogar, mientras hay niños que pasan frío y duermen en el suelo.
A veces, me asquea y avergüenza ciertas conductas de los que nos llamamos humanos y racionales.
Noticia tan baladí y estúpida, fue compensada por otra que me hizo reflexionar para seguir manteniendo mi confianza en la generosidad y grandeza del alma humana: el actor estadounidense Paul Newman que ayer mismo fallecía, había donado de su fortuna personal mil millones de dólares a la beneficencia pública. Eso me conforta, pues me permite pensar que aún hay buenos corazones entre nosotros, que piensan en los demás y dan esperanza a los que menos tienen.
Que descanse en paz el alma de un hombre tan generoso.
Importante población española con 211.329 habitantes, con un gran peso en la historia antigua, -como podrán leer al final en un resumen que he copiado de una página de Internet-, muy bella y cargada de edificios dotados de gran hermosura, así como rica en monumentos y hallazgos arqueológicos de la era de su fundación cartaginesa y posterior dominación romana.
